domingo, 20 de marzo de 2011

En el acantilado


Desde arriba del acantilado podía ver las olas que chocaban contra las rocas, y las salpicaduras me acariciaban los pies desnudos, sobre la piedra. Todo mi dolor se iba apaciguando, aunque al ver el mar estrellarse en los pies del acantilado, me volvía a inundar. Él me había dejado... Recuerdo que en ese preciso instante me había llegado, como un fuerte viento, una rábia y un odio que jamás había experimentado. Pero por él no merecía que yo pasara por eso, no merecía ver como me hundía en mi odio, un odio del que él nunca se daría cuenta ni le importaría. Entonces dejé que el viento me sacudiese el pelo y la falda, me levanté y me alejé de todo lo que había dejado atrás, encima del acantilado.

3 comentarios:

  1. Tienes toda la razón. No te mereces sumirte en tu odio. Además sabiendo que eso no da fruto alguno. Hay veces en las que es inevitable sufrir, otras en las que es necesario para alcanzar algo y las demás no vale la pena sufrir en balde!
    Me encantan tus relatos :)

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  2. Espero que no sea sacado de tu vida, es muy duro aunque cierto, nadie que te haga sentir eso merece ni una lágrima ni un suspiro, nada.

    Un besito!

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  3. No, Carlota, no es de mi vida, por suerte...
    Me alegro que te haya gustado el relato The Little, aunque me falta un poco de practica.

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